Hay que dejar en remojo las chufas al menos 24 horas (hay que cambiar el agua 2 o 3 veces, según veamos el agua más o menos turbia). Pasado ese tiempo las escurrimos bien.
Lo siguiente es poner las chufas en un colador grande y enjuagarlas bien. Así se eliminan todas las impurezas posibles.
Una vez limpias, las trituramos. Es recomendable que utilices un vaso batidor, ya que la masa que se forma será bastante espesa y con una batidora de mano es más difícil de manejar. Agrega las chufas al vaso batidor junto con la mitad del agua fría (medio litro, aproximamente) y trituramos hasta que sea una pasta homogénea.
Con la mezcla lista, la vertemos en un bol sobre un chino, una malla textil o un paño fino para exprimirla bien y sacarle todo el jugo posible a los tubérculos. El líquido resultante ya será parte de nuestra deliciosa horchata. Reservamos.
Vamos a repetir el proceso con la pasta que nos ha quedado en el paño junto con el resto del agua fría (los 500 ml restantes), como lo hemos hecho antes. Ponlos en el vaso batidor y tritura de nuevo.
Una vez triturado, volvemos a colar la pasta con el paño sobre el bol en el que ya tenemos parte de nuestra horchata.
Añade a la horchata el azúcar, la canela y la piel de limón y mezcla bien.
Llévala a la nevera unas 4 horas y ¡lista!